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  • Foto del escritorLira

Felipe, 29 años. Chef.

Actualizado: 18 nov 2019


"Nos conocimos trabajando en un hotel de la ciudad. Yo llevaba un tiempo trabajando allí. Ella llegó al hotel a trabajar en un área administrativa. Desde que la vi me encantó. Era una de esas mujeres inalcanzables.

Luego de un par de semanas me acerqué a hablar con ella. Empecé a buscar motivos para ir a su área de trabajo y verle a diario. Un día la invité a salir y ella aceptó. La pasamos muy bien. Había mucha química entre nosotros. Dejé de hablarle unos días esperando que ella me hablara ; y justo en ese tiempo me dió apendicitis. Ella me visitó luego de la operación. Luego seguimos saliendo y las cosas se fueron dando. Yo le dejaba detalles en locker del hotel a escondidas, pero los guardas de seguridad se iban dando cuenta; aunque éramos muy precavidos. Un día nuestro jefe descubrió una pareja en el hotel que descuidaban su trabajo por no saber manejar la relación con discreción dentro de las instalaciones; así que les pusieron un ultimatum. Se tenía que ir uno de los dos del hotel. Ellos en su enojo nos echaron al agua. Dijeron que si uno de ellos se iba, Camila o yo también debíamos irnos. el jefe se quedó sorprendido. Éramos buenos trabajadores así que no echaron a ninguno. Después de 9 meses de novios, decidimos que era hora de irnos a vivir juntos. Nos amábamos. Buscamos un departamento; con mi tarjeta de crédito compramos todo nuevo para amoblar la casa. Me sentía muy cómodo con ella. Era una mujer soñada para mí.

Ella tenía un gran sueño; conocer Estados Unidos. Luego de dos años de vivir juntos decidí apoyarla para cumplir ese sueño. Yo no podía viajar a Estados Unidos porque fuí deportado por quedarme más tiempo de lo normal. Pero quería que ella fuera y cumpliera su sueño. Le ayudé de todas las formas posibles y logró viajar. Después de tres meses de estar allá me dijo: " He pensado muy bien y voy a quedarme a trabajar aquí. Desde acá puedo ayudar a mi familia económicamente de una forma más fácil".

No sabía qué pensar. No podía enojarme, no podía alegrarme; estaba en Colombia, viviendo en el apartamento que ambos escogimos, con las cosas que ambos compramos ( que aún se están pagando). No tuve otra opción que aceptar su decisión. Hoy en día hablamos cada mes para que ella me consigne su parte del dinero de las cosas que se deben. Cuando le pregunto a cerca de sus sentimientos hacia mí, prefiere no hablar. Aún le quiero; creo que es más como un aprecio. No sé ni qué sentir al respecto, pero ya nada va a ser igual".



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